Cuenta la leyenda del zapatero feliz que en un pequeño poblado de Europa vivía un zapatero muy feliz. Él solo poseía su pequeño y humilde taller de zapatos. Además era viudo y vivía con sus cinco hijos pequeños. Sin embargo el zapatero siempre se encontraba con una alegre sonrisa que contagiaba a todo aquel que por su puerta pasara.
Un buen día, llegó hasta ese pequeño pueblo, un rico banquero. El zapatero lo atendió con su característica y amable sonrisa.
Luego de un rato el banquero le preguntó:
-Disculpe usted, zapatero. He notado que siempre se encuentra feliz ¿Podría usted decirme cuál es su secreto para tanta felicidad?
-En realidad, señor mi sueldo es muy humilde. Tanto que me avergüenza incluso decirle cuánto gano por mes. Pero sin embargo ese sueldo alcanza para darle de comer a mis cinco hijos y a mí y poder vivir dignamente mes tras mes. No podemos darnos lujos pero al menos vivo felizmente haciendo aquello que me encanta hacer y mis hijos también son felices – respondió el zapatero con una gran sonrisa en su rostro.
-Me conmueve su humildad y el amor por su tarea, zapatero. Tome, le obsequio estas monedas de oro. Guárdelas para cuando las necesites – le dijo el banquero quien luego de esto se retiró feliz por su buena acción del día.
El zapatero, muy agradecido, decidió que guardaría bien aquellas monedas pues, ahora tendría un tesoro al que cuidar.
Al día siguiente el zapatero despertó más temprano que de costumbre. Casi no había amanecido cuando, preocupado por sus monedas, decidió revisar y contarlas. Posteriormente comprendió que sería prudente esconderlas para evitar que algún ladrón se las quitara. Así buscó durante todo un día el sitio ideal para guardar las monedas de oro. Finalmente lo encontró debajo de su colchón. Así, una por una, contó las monedas de oro y las colocó dentro del colchón. Luego, y exhausto, se fue a descansar hasta el día siguiente.
A medianoche, el zapatero abrió los ojos y, pensando en sus monedas, decidió revisar el colchón para observar si éstas se encontraban en su lugar. Luego permaneció toda la noche en vela porque no podía descansar pensando en “que algo le podría suceder a su amado tesoro”.
Los días transcurrieron y, poco a poco, el zapatero perdió su alegría y la sonrisa que lo caracterizaba pronto se esfumó de su rostro.
Meses más tarde y casi sin haber podido trabajar ni dormir bien por la preocupación que le producía el cuidado de su tesoro, el zapatero decidió ir a ver al banquero. Llevó consigo todas las monedas de oro y tras tocar la puerta de la casa del banquero aquel le dijo:
-Estimado banquero: agradezco mucho su obsequio pero vengo a devolverlo puesto con la llegada de estas monedas mi vida se ha convertido en un sinfín de miedo, preocupación y ya no soy feliz como solía serlo.
Tras decir esto y sin respuesta por parte del banquero que se encontraba atónito, el zapatero se sintió liberado y regresó a su taller feliz como lo había sido durante toda su vida.
El banquero miró las monedas de oro y comprendió por primera vez en su vida que la felicidad no está asociada con la riqueza. «El dinero no hace la felicidad»